viernes, 4 de octubre de 2013

Una CICIG para descarrilar a la mafia

EPOtto Pérez insistió la semana pasada, esta vez ante la Asamblea General de la ONU, que quiere castrar a la CICIG. Pero como de diplomacia sabe lo que yo de carpintería, escogió el peor de los foros, a donde asisten las más altas autoridades de los países que financian a esta Comisión contra la Impunidad. Por supuesto que ninguna de esas naciones va a financiar una CICIG cuya tarea consista, durante dos años, en dar clases a fiscales y policías. Le saldría muchísimo más barato a la Oficina contra la Droga y el Delito de la ONU contratar maestros aunque sea de Malí.


Más le valdría al clepto-capataz de turno en esta república bananera, tomar el toro por los cuernos y denunciar, de una vez por todas, el acuerdo de la CICIG. Así dejamos las payasadas a un lado y vamos a enfrentar directo el único plan que él y sus secuaces persiguen, cual kaibiles, los siete días de la semana y las 24 horas del día: seguir saqueando el erario (con nueva deuda incluida), asociarse con los narcos de Sinaloa y con Los Zetas (pues no son melindrosos) y quedar impune.

Es más, creerían que el pueblo es malagradecido si no les agradece su “sacrificio”.

Gustavo Herrera, quien en tiempos de Berger fue señalado por el propio Pérez de narcotraficante y ahora es nada más y nada menos que su operador estrella, el mismo que desfalcó el IGSS hace diez años por más de Q300 millones (ahora Juan de Dios Rodríguez le está apachando los clavos en los tribunales), avanza en el plan de la pareja Pérez-Baldetti de alinear magistrados, diputados, rectores, decanos y al Colegio de Abogados, para controlar las Comisiones de Postulación, y así nombrar el próximo año un Tribunal Electoral ad hoc, un fiscal general que les haga los mandados, unos magistrados que sean sus perritos falderos y un contralor general de cuentas igualmente servil, ciego, sordo y mudo.

Por eso, Pérez necesita neutralizar a la CICIG y al nuevo comisionado, Iván Velásquez. El clepto-capataz ya no quiere volver a sudar la gota gorda, como cuando Francisco Dall’Anese presentó su último informe a finales de agosto. Los orejas le habían anticipado a Pérez que la CICIG iba a destapar un caso bomba contra un alto funcionario, lo cual era cierto, pero para entonces no estaba suficientemente maduro para hacerse público.

Sobra preguntarse por qué Otto Pérez no quiere una CICIG que investigue los grupos ilegales enquistados en su gobierno ni la sociedad de la actual cúpula que nos desgobierna con poderosas redes criminales.  La pareja Pérez-Baldetti es muy obvia fotografiándose en desfiles hípicos en las calles de Huehuetenango, custodiados no por la militarizada SAAS, sino por los capos del Cartel de los Huistas, sus verdaderos amos. Es demasiado evidente su sociedad en los mega-proyectos de los narcos, que quieren su propio corredor, legalizado y sin peaje, de costa a costa. ¿Y qué decir de la captura mafiosa que ha protagonizado Pérez y sus secuaces, en primer lugar su Vice, de Puerto Quetzal, por donde entra al país el 80 por ciento de la droga con rumbo a Estados Unidos?

La CICIG tiene mucho trabajo en Guatemala. Ni 20 años le alcanzarían para limpiar las mafias de las instituciones. Iván Velásquez es un exmagistrado colombiano con gran experiencia en tratar a truhanes de altos vuelos, en cuenta a los narco-políticos, no es un profesor de escuela que va a “transferir capacidades” a las instituciones. En todo caso, les va a enseñar sobre la práctica cómo llevar a la cárcel a las estructuras mafiosas, incluidas las oficiales. Para eso vino la CICIG y va a permanecer, al menos dos años en nuestro país, y no para otra cosa. En todo caso, su mandato es el mismo desde que principió su trabajo, hasta su último día en Guatemala.

Pero la CICIG no sustituye a los guatemaltecos que aman a su país. Los académicos, los empresarios, la sociedad civil en su conjunto y las bancadas de oposición en el Congreso, que no están vendidas, todos, tenemos algo que hacer: hay que parar ese tren mafioso y criminal que nos quiere arrollar, hay que impedirle que asalte las Comisiones de Postulación. El Congreso, en el único acto de dignidad que la población esperaría, debe ponerle freno al clepto-capataz y a sus secuaces. Debemos hacer realidad el apodo de su operador estrella, Gustavo Herrera, conocido en el bajo mundo como Tren Parado. Esta clepto dictadura debe ser un “tren parado” o descarrillado por el coraje y la vergüenza ciudadana. ¡Los guatemaltecos merecemos y labraremos otro destino!

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